Graduada de Psicología Clínica de la UDA gana premio mundial, con mucha imaginación y un teléfono amarrado a una lámpara

Graduada de Psicología Clínica de la UDA gana premio mundial, con mucha imaginación y un teléfono amarrado a una lámpara

Johanna Pozo, graduada de la Escuela de Psicología Clínica de la Universidad del Azuay, ganó el primer premio en el Concurso de Video Corto impulsado por la Sociedad Internacional de Neurociencias. 

Johanna conversó con Campus desde el Reino Unido, país al que llegó en septiembre pasado para sumarse a la maestría en el University College de Londres en Neurociencias Cognitivas.

En esta entrevista nos contó por qué se sintió atraída por las neurociencias, cómo la pandemia casi evita que participe del concurso, de qué forma debió amarrar su teléfono a una lámpara para grabar el video y cómo no creyó que había ganado.

A mí siempre me gustó mucho saber cómo funciona el cerebro, recuerdo en la carrera las clases del doctor Alfonso Calderón. Lo máximo fue cuando tuvimos la materia de Neuropsicología que es donde se relacionan las neurociencias y la psicología.

Cuando empecé a trabajar con niños y vi las diferencias de cómo aprendían, me pregunté por qué todos viven la experiencia del aprendizaje de forma diferente.

Ahí me animé por este campo de las neurociencias cognitivas que es este estudio gigante de cómo los diferentes procesos cerebrales influyen en nuestro pensamiento, nuestras emociones, nuestro comportamiento.

Y cuando supe que iba a venir a esta maestría me enteré de este concurso por Twitter, ya que el año pasado ganó una chica del mismo programa de estudios.

Yo vi el video ganador y pensé que estaba increíble y que yo nunca podría hacer algo así, porque soy muy tecnófoba, soy malísima para estas cosas de la tecnología.

Al inicio del curso de Comunicación Científica nos comentaron del concurso, pero luego vino la pandemia que cambió todos los planes, del curso, de los videos, y ya no podíamos hacer las cosas como habíamos planeado.

Entonces yo no iba a participar, pero con mis compañeros nos dimos ánimos para hacerlo. Y nuestro instituto también nos animó mucho a unirnos a la comunidad científica, a comunicar nuestra ciencia.

¿Para los que no han visto tu video, de qué consta este proyecto en el que decide participar una “tecnófoba”?

Mi video es una producción muy simple, todo hecho en casa, no tiene nada de increíble.

En mi video yo trato una habilidad cognitiva que se llama navegación espacial, que es la capacidad que tenemos para desenvolvernos en diferentes lugares.

Yo lo iba a hacer con títeres por diversos sectores de Londres, pero por la pandemia eso no pudo suceder, porque solo podemos salir una hora al día.

Entonces me dije, si yo tuviera que explicar esta habilidad cognitiva a mis estudiantes en una clase donde no les puedo llevar a pasear, ¿cómo lo haría?

Entonces se me ocurrió utilizar dibujos para niños que estaban disponibles en la web. Descargué las imágenes, las corté en figuritas de papel y moví los dibujos en una mesa.

Haciendo malabares, amarré mi celular sobre una lámpara para poder grabar porque, además, estuve sola durante la pandemia porque mis compañeros de piso se fueron, así que no tuve ni siquiera quién me ayude a grabar.

¿Y qué explicas exactamente?

Yo explico cómo funciona la navegación espacial en el cerebro, a través de una red especial de neuronas, que se encuentran en el hipocampo, una zona ubicada aproximadamente en la mitad del cerebro, que se dedica a la memoria y a la ubicación espacial.

Hay cuatro neuronas especiales que van a trabajar la navegación espacial.

Las de lugar, que se activan cuando estamos en lugares específicos, por ejemplo, si estamos en Westminster, en Londres, una neurona va a saber que estamos en Westminster, pero si nos vamos al palacio de Buckingham otra va a decir: “Esto no es Westminster, es el Palacio”. Y si nos vamos al Big Ben lo mismo.

Y esto sucede también en espacios pequeños. Si estamos en nuestra casa una neurona de lugar va a identificar el dormitorio y otra la sala. Son muy específicas.

Estas neuronas trabajan con otras que se llaman neuronas de dirección de cabeza, que nos dicen hacia dónde estamos mirando. Estas nos ayudan mucho para cuando recordamos el lugar, poder apreciarlo desde diferentes perspectivas.

Si volvemos a Londres, ¿cómo le veo yo al palacio de Buckingham, de frente, de lado? O cómo me veo yo en un parque desde diferentes perspectivas.

Luego vienen las células de red, que juntan las diferentes memorias que tenemos de lugares como para armar un mapa, como las que unen las piezas de un rompecabezas para saber qué lugar está al lado del otro.

Y por último están las células de borde, que nos dicen dónde están los límites del lugar donde estamos, por ejemplo, al final de un camino, o una pared.

Estos cuatro tipos de neuronas nos van a decir dónde estamos.

Y esto lo sabemos investigando el cerebro de los roedores, a partir de electrodos.

Yo hablo de esto y de un estudio fabuloso que realizó el laboratorio del profesor Hugo Spiers sobre cómo el desarrollo urbano afecta nuestra navegación espacial.

El profesor desarrolló un videojuego que tiene un montón de niveles, en donde los jugadores tienen que cazar animales marinos. Entonces los investigadores analizaron los lugares de donde venían los participantes con sus resultados en el videojuego.

Y ahí descubrieron que las personas que venían de ciudades más organizadas, como Cuenca que tiene la forma de un tablero de ajedrez, tenían una navegación espacial menos desarrollada que las personas que vienen de ciudades menos organizadas o de sectores rurales.

Los investigadores sugieren que los lugares que son menos organizados son cognitivamente más demandantes, entonces el cerebro tiene que repasar más esos procesos de navegación.

Y esto es muy importante porque podemos ver cómo el ambiente influye en nuestras habilidades cognitivas.

¿Y cómo te enteraste que habías ganado con este proyecto realizado con un teléfono amarrado a una lámpara y dibujos bajados de internet?

Cuando yo participé no pensé jamás que podía ganar, precisamente porque mi video no era tan elaborado y la ciencia está explicada de una forma muy sencilla para que la entiendan los niños.

Cuando me llegó el correo y vi la primera palabra –“Felicitaciones”- pensé que era esa clásica felicitación por participar, y no seguí leyendo. Le tomé una foto y le mandé a una amiga que me pidió que leyera el correo completo. Y ahí vi que había ganado el primer puesto.

Y aunque nunca me contaron por qué tomaron esa decisión yo creo que premiaron precisamente eso, lo simple del video, que explica un tema muy complejo, sin ningún tipo de súper producción o de desarrollo artístico.

Y como el objetivo de la Sociedad Internacional de Neurociencias es que las neurociencias estén disponibles para todos, yo creo que eso fue lo que les llamó la atención.

Y entonces una producción muy casera, pensada en los niños con los que yo trabajo en Ecuador, fue lo que nos dio un premio mundial.

A parte de ganar este premio, el video de Johanna Pozo está nominado a otro galardón, que es el de la elección de la gente, y la gente puede votar por su video hasta fin de mes dando “me gusta” en este sitio de YouTube